Cuando Pepe Botifarra abre la boca y canta sin acompañamiento alguno aquellos cantos de trabajo que aprendió directamente de boca de los viejos labradores de la comarca valenciana de la Costera, algo mágico sucede. Aquel pasado ya desaparecido de una sociedad agrícola, en la que el canto era una cosa natural de cada día, vuelve a revivir en el presente por unos instantes.
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