LOS INICIOS
Procedente de una familia de mineros de la Cuenca del Nalón, Héctor nació en Llangréu (Asturias) en 1980 y su primer contacto con la música fue en una rondalla local. Con diez años ingresó en el Conservatorio del Nalón para aprender música de forma reglada, y obtuvo el Título profesional con Matrícula de Honor. Sus primeras iniciativas llegan con Llangres, un dúo de folk que se convertiría en una formación más numerosa consolidada. En ésa época descubre también la Bandurria Asturiana, un instrumento mediante el que conoce el sustrato etnomusical de su propia cultura.
“Xuan Prado, gaitero del mítico grupo de folk Beleño, fue quién me prestó mi primera bandurria y me dio unas grabaciones de campo de David Caballín. Fue el último bandurrieru que hubo y se había muerto en 1983, cuando yo no iba ni a la escuela. Cuando quise saber más tuve que ir al concejo de Casu, donde los vecinos de la zona habían crecido escuchando ésa música. Con aquella gente descubrí la tradición oral, las historias al calor del llar y las noches incómodas durmiendo en cuadras o donde podía... Recuerdo que salía del instituto un viernes y luego me iba todo el fin de semana por ahí.”
Héctor con Xuan Prado (2005)
A partir de 1997 participa como instrumentista en varios discos locales y con 20 años estrena su primera obra sinfónica "ALBORÁ", ejecutada por la Orquesta del Conservatorio del Nalón, y también compone y publica el primer disco de Llangres, (STURA – 2001) donde se estrena como violinista autodidacta.
Compone la BSO de la "Gala del Teatro Asturiano-2002" y continúa asimilando material que recupera en las cada vez más numerosas investigaciones y excursiones folclóricas por los pueblos asturianos.
“Cuando no estaba por ahí grabando y aprendiendo, estaba delante del violonchelo estudiando o bien dentro de una furgoneta de gira: anduve por Italia, Inglaterra, Francia, Portugal ... Aquello tenía poca relación con lo que realmente me gustaba a mí pero el folk estaba de moda, y con lo que sacaba podía pagarme la carrera de música.”
Héctor en su época con Llangres
(Foto: Estela Aparisi Prado – 2001)
Su nombre comienza a llamar la atención y se producen las primeras colaboraciones con otros artistas (Hevia, Tejedor, Nuberu...), pero aún participa en el segundo trabajo del grupo (ESNALAR - 2005) hasta que finalmente sus actuaciones en solitario aumentan tanto que tras la primera gira del álbum decide cerrar ésta etapa para centrarse en su propio carrera artística. Justo cuando también termina su licenciatura musical en Oviedo.
MÚSICO PARA LA TRADICIÓN
Pero la música clásica estaba perdiendo la partida frente al comunicador callejero de vida bohemia que frecuentaba pueblos, bares y antros de toda la geografía peninsular, y así en 2004 publica ENCOPLANDO, una monografía que recoge el patrimonio musical (casi olvidado) de su ya inseparable bandurria y el ambiente desenfadado de sus actuaciones.
Portada de ENCOPLANDO (2004)
Ése mismo año le regalan su primera gaita vecinos y admiradores de la comarca de Picos de Europa y también adquiere una zanfona, instrumento que acompaña sus conciertos desde entonces.
Héctor Braga interpretando el arpa
Su eterna inquietud por saber y conocer le hace emprender otra licenciatura, la de Etnomusicología, que concluye en la antigua cátedra de folclore de Miguel Manzano, en el Conservatorio de Salamanca. En un primer momento, su alta formación provoca recelos y alguna que otra contrariedad: Por ejemplo Fonoastur, la discográfica responsable de ENCOPLANDO, recibió la demanda de un particular por plagio. El proceso dura casi 3 años, y aunque todas las músicas que Héctor interpreta en el disco se reafirman finalmente como tradicionales / de dominio público, en una controvertida sentencia es condenado a pagar 8000€ por no incluir en el libreto del álbum una bibliografía de literatura preexistente sobre el instrumento (¿!).
Se organiza entonces el I Conciertu pola Tradición, un espectacular acto benéfico para recaudar fondos al que se suman y dan su apoyo los mejores nombres de la escena asturiana (Xuacu Amieva, Nuberu y Chus Pedro, Anabel Santiago, Tejedor, Skanda, Toli Morilla, Mº Luz Cristóbal, Banda Gaites Villaviciosa ...) y también recibe gran cantidad de donaciones anónimas para hacer frente a la sanción. El mensaje es claro: la tradición oral no tiene dueños.
“Sabía que algunos me tenían manía porque iba por mi cuenta, porque era muy independiente de grupillos y mundillos. Ése gran océano que es la música tradicional, a veces algunos quieren repartírselo en parcelas, pero es que aquello no tuvo ni pies ni cabeza: Un tipo había registrado en la SGAE como composiciones suyas varios temas que yo había aprendido de ancianos octogenarios.”
Desde entonces Héctor Braga sigue realizando creaciones, pero solo se atribuye arreglos para respetar la esencia anónima y universal del material sobre el que construye:
“Yo creo que el mayor logro es perpetuar tus creaciones en boca de generaciones enteras, convertir tu música en música tradicional. Yo no quiero más retribución que la que venga de mis conciertos o mis discos. El resto es comer la sopa boba.”
LA VOZ
La verdadera universidad del folclore, los caminos y sus gentes, conducen un día a Héctor hacia Alfredo Canga, un premiadísimo intérprete de canción asturiana de la legendaria escuela de Silvino “El Sastre de Sotrondio”. De la memoria de éste maestro aprende, con mimo y veneración, patrones clásicos de la tonada asturiana según míticas voces como las de Miranda, Botón, Ángel “El Maragatu”, Xuacu de Sama, Juanín de Mieres, El Gaiteru Libardón, Manuel “El Panaderu” ...
En su segundo trabajo, el acústico TRAD.YE (2008), recoge todos los instrumentos que interpreta tras de años de inquietud, estudio y curiosidad: Gaita, Zanfona, Bandurria, Harpa, Mandolina, Violín, Violonchelo ... Pero el primer tema del álbum es una exigente tonada a capella, “Soy Pastor”. La sorpresa es monumental: El instrumentista que improvisaba romances y canciones con la bandurria descubre a todos una voz hermosísima, limpia, tocada de algo indefinible.
TRAD.YE (2008)
En el mismo año de su publicación TRAD.YE recibe el premio de la crítica RTPA (Radiotelevisión del Principado de Asturias) como mejor disco de Canción asturiana del año y en el primer Concurso de Tonada al que se presenta (El Comercio – Gijón) queda campeón en categoría aficionados, y en adelante tiene que participar con las voces de los mejores intérpretes. Por méritos propios y a pesar de su juventud, Héctor se revela a los expertos como una voz prometedora para el género por su calidad.
“De pequeño me cautivaban aquellas voces de los domingos por la mañana, cuando mi abuelo me llevaba a escuchar Tonada al salón Cajastur de Sama, en Langreo. Hoy veo como sin darme cuenta crecí escuchando a los grandes de la época, Laudelino Palicio, Agustín Argüelles, Aníbal Corujo, José Noriega, Enrique “L’Abogáu”... La impresión que daban aquellas grandes voces era para llevarla muy dentro, incluso a mi edad, pero en las clases de música no se nos hablaba de eso. Era como si aquello no existiera, como si no fuese música.”
Hoy Héctor Braga hace suya cada canción que canta, y busca un estilo propio dentro de un mundo tan tradicionalmente hermético como es el de la asturianada, el canto asturiano por excelencia.
EL ARTISTA Y SU OBRA
“A veces pienso en como el destino me ha llevado por tantos caminos para ser lo que ahora soy, un músico, sí, pero un músico que también es cantante y etnomusicólogo. La música se estudia, se memoriza, se perfecciona, se analiza... Pero es que las tonadas, los cantares y los romances hay que sentirlos, porque son folclore y eso sale de muy adentro. Combinar éstos dos mundos, música y folclore, es casi una obsesión para mí.”
Con el conocimiento exhaustivo de su propia tradición –propio del etnomusicólogo de carrera que es-, el arte que Héctor realiza no tiene fronteras ni entiende de círculos cerrados. Sus conciertos llevan por toda España y Europa en circuitos de World y Folk music con distintas formaciones (bandinas tradicionales, en solitario, con músicos clásicos y de jazz, con su propia banda de folk-rock...). Su inquebrantable afán por comunicar y transmitir deja tras de sí una huella artística, un modus vivendi que la gente aprecia y no olvida: el de un artista que recorre los caminos del mundo mostrando su propia identidad...
(continuará)
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