No dejo de sentirme como aquel hidalgo cincuentón con la
dorada armadura por los campos de Montiel a lomos de mi guitarra que, más que
Rocinante, pareciera Clavileño. Llevo como escudo a mi conciencia, que al alba
despierta Quijote y Sancho al anochecer.
Es esta mi segunda salida como “caballero cantante, pintor
de cuadros”. Tenso las bridas de mi guitarra, espoleo con mis uñas los caminos
de la mar para quizás un día volver pastor a los montes que me vieron nacer”.
Juan José Romero
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